domingo, 31 de octubre de 2010

Rene Magritte

http://www.magritte.com/



Magritte nació en la pequeña localidad belga de Lessines, en la región del Hainaut, pero su infancia transcurrió en distintos lugares a los que fue trasladándose la familia.
Su padre era sastre y su madre, que de soltera había ejercido como modista y sombrerera, se suicidó en 1912 arrojándose al Sambre en Chatelet. Los ecos del suicidio materno pueden percibirse todavía en algunos cuadros de finales de los años veinte -La historia central (1927), Los amantes (1928, abajo)-, en los que aparecen figuras con la cabeza cubierta por una tela evocando la imagen del cadaver de la madre, que fue rescatado del río con la camisa cubriéndole el rostro.

La familia se traslada al año siguiente a Charleroi, en cuya feria conoce a Georgette Berger. No volverá a verla hasta 1920, pero será para casarse en 1922 y no volver a separarse.

Magia y pintura
El propio Magritte contó en alguna ocasión cómo durante un verano de su infancia solía jugar con una niña en un cementerio cuyas criptas sombrías exploraban juntos. A la salida, la imagen de un pintor en la vecina alameda le sugería vagamente la idea de la pintura como un elemento mágico, cargado de poder de revelación. Sus primeros pasos como pintor se dan, sin embargo, en la Academia de Bellas Artes de Bruselas, en la que emprende estudios en 1916. Como tantos otros pintores de la época, se inicia bajo la influencia de los impresionistas, aunque pronto le causa gran efecto la obra de los futuristas italianos y, muy especialmente, la de Giorgio de Chirico. A principios de los años veinte Magritte se gana la vida diseñando papeles pintados para la casa Peeters-Lacroix y haciendo dibujos publicitarios; al mismo tiempo, entra en contacto con los distintos personajes que, junto con él, formarán el núcleo surrealista belga: Pierre Bourgeois, E.L. T. Mesens, Camile Goemans, Marcel Lecomte, Paul Nougé, André Souris.

El surrealismo en París
A mediados de esa década, Magritte ya ha decidido renunciar a la complacencia de la pintura tradicional con los contrastes de color y las opciones de estilo para representar escuetamente los objetos según su fría apariencia. Las relaciones insospechadas entre ellos como fuente de efectos poéticos constituirán en adelante la columna vertebral de su obra, de la que no se apartará a lo largo de toda su carrera. En 1927, fecha de su primera exposición individual en la galería El Centauro, de Bruselas, estos principios están ya asentados y Magritte y su mujer se instalan durante tres años en Perreux-sur-Marne, cerca de París. Allí, por medio de Goemans, que ha abierto una galería en París, entra en contactocon André Breton y el grupo surrealista. Con ellos -Max Ernst, Jean Arp, Miró, Dalí- expone en la Exposición Surrealista de 1928, celebrada en la galería de su amigo Goemans y mantiene estrechos vínculos.
Participa en todas las actividades importantes del grupo y colabora en La Revolución Surrealista, cuyo último, número incluye su texto Las palabras y las imágenes, auténtico manifiesto del ideario pictórico de Magritte.

Un camino recto
La relación con Breton y los surrealistas fue constante hasta su muerte, aunque no estuvo exenta de tensiones y distanciamientos. Magritte mantuvo, no obstante, su propia independencia, siempre fiel a su idea de la pintura. La coherencia de esta posición es tal que no resulta fácil. hablar de evolución o distinguir etapas en su producción, que expresa en todo momento su concepción artística sin apenas fisuras o inflexiones apreciables. Instalado de nuevo en Bruselas en 1930, su contacto con el grupo de París se traduce en colaboraciones como La 'Violación' obra realizada en 1934 para la cubierta de ¿ Qué es el surrealismo ?, de Breton o la portada para el número diez de Minotauro, en 1937.
Un año antes se celebra su primera exposición en Nueva York y participa en distintas exposiciones surrealistas internacionales.
La Segunda Guerra Mundial significa un cierto punto muerto en su carrera ascendente. Al término de la misma ingresa en el Partido Comunista de Bélgica, donde ya había militado dos veces en la década anterior, pero las posiciones reaccionarias del partido en materia artística lo apartan pronto de él. A la vez que prosigue su obra pictórica reemprende el activismo surrealista con manifiestos y panfletos en los que sigue colaborando con los viejos compañeros del grupo surrealista belga, como Nougé, Scutenaire o Mariën.
En 1943 y 1948 se registran los dos únicos atisbos de ruptura en el desarrollo de su obra. Son los conocidos por periodo Renoir y periodo 'Vaché o grosero; el primero lo integran unos cuantos cuadros realizados en un estilo matérico y pictoricista, muy cercanos al estilo de los desnudos femeninos de Renoir en los últimos años de su carrera; el segundo lo constituyen unas veinticinco obras pintadas de forma elemental, a grandes brochazos y despreciando la pulida y fría factura habitual. Apenas se trata, sin embargo, de un paréntesis, y enseguida vuelve Magritte al inconfundible estilo que hace reconocibles sus telas desde finales de los años veinte.
La década de los cincuenta está marcada por distintos encargos de pintura mural y decorativa, como el techo del Teatro Real de las Galerías de Bruselas o las paredes de la sala de juego del casino de Knokke-le-Zoute, donde expone con Paul Delvaux en 1952. La gran retrospectiva del Palacio de Bellas Artes de Bruselas, dos años más tarde, lo consagra como el pintor moderno más imporante de Bélgica. Sigue pintando y colaborando en revistas y, desde 1957, rueda algunos cortometrajes en los que actúan
Georgette y sus amigos. Hasta su muerte en 1967 las exposiciones internacionales se multiplican, incluyendo una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Las imágenes recurrentes de su obra figuran, sin duda, entre las más características de todo el arte moderno.



No hay comentarios:

Publicar un comentario